6.13.2006

Vida y obra del palomo Julián.

Les voy a contar que viví un tiempo en el Quinto Sector de Playa Ancha, en un sector llamado Los Pinos, al cual me acercaba en “La 2, Los Pinos” que pasaba cada cierto rato. El departamento era la oferta inmobiliaria disponible para estudiantes más barata de la Quinta Región, a la que el Jensen se refirió con la certera frase:

Es como el departamento del David, pero como si le hubieran tirado una granada adentro.



Más que por lo desordenado que éramos… más que por la decoración del living hecha con cosas que encontrábamos en la quebrada (que era prácticamente nuestro patio), más que por el mural de una mina en pelota que dibujó el Chicharra en la pared (desnudo le decía el…) y que dejó medio terminar… lo que le daba al departamento el más triste y desolador panorama después de la cocina de la Casa Club era la mancha de leche condensada espesada, tostada y convertida en manjar que se dejaba ver aún en las murallas de la cocina, que producto de un olvido, se recalentó y explotó como caca churrete dulce hirviendo que desparramó hasta enfermedades venéreas a los que se encontraban cerca…

Después de esta cocina teníamos el lavadero, que como comprenderán, no utilizábamos mucho… yo al menos. Y a este lavadero llegó un día a vivir una paloma…

Como no íbamos seguido a esa parte de la casa, yo creo que la paloma de forma terriblemente equivovada vio en este desolado espacio un lugar acogedor para instalar su nidito, que construyó mucho antes de que nos diéramos cuenta, pues no la vimos recién hasta que… puso los huevos.

Se ubicó justo en el lugar más resguardado que ofrecía al lavadero, justo debajo del lavadero mismo, que se recuadraba con la pared, que las hacía de balcón para nosotros alguna vez.

Esto fue casi justo con el fin de año, y en un par de días nos fuimos y dejamos el departamento solo, y la paloma tranquila para que… tuviera sus palomitos.

De casualidad, luego de unos días, uno de mis compañeros de departamento que vivía en Santiago tuvo que hacer un viaje por un día y se quedó en la casa… y cuando en la mañana se levanta ve que el nidito ahora es un asqueroso montón de caga de pájaro, sobre la cual habían dos palomos recién… nacidos… uno muerto y el otro nadando en caca.

Miró la escena y se alejó sin hacer nada pensando en todo lo que hubiera que tenido que hacer para dejar ese lavadero limpio.

Unas semanas después volvió con la funcia de las matrículas y los ramos, y, entrando a la casa nomás, sintió el olor… la puerta de la cocina ya ni abría por las deposiciones de estas aves y había un palomo como en la edad del pavo al que solo el deteriorado cadáver de su hermano aún no sepultado completamente acompañaba. Estaba llegando la tarde y este palomo como que con la llegada del humano se reactivó después de quizás cuantos días tirado, cagado de hambre en ese escondrijo oscuro y húmedo que eligió para el y su hermano la madre… que no creo que a esta edad le siga trayendo comida… Decaído y enterrándose lenta pero ineludiblemente en el guano, levantó la cabeza a esa cálida luz que cada día vio aparecer a cierta hora del día…

El departamento estaba en malas condiciones, mal pintado, no tenía puertas ni cálefont, por lo que instalamos una económica ducha eléctrica que paraba los pelos… pero era barato y poseía una vista privilegiada hacia la quebrada y más allá, a lo lejos, el acantilado con vaquitas y lomitas, y detrás de eso el mar amplio y azul como solo desde Paya Ancha se ve. Y estábamos arriba… Con decir que en las mañanas desde mi ventana veía las nubes por encima. Varias personas, también, coincidieron que la vista era como estar en Chiloé…

Y justo eso es lo que el palomo ve cuando se decide a dar el salto desde su cada vez más alto montón de caca (que de hecho iba creciendo cada día un poquito… que es sabia la naturaleza, no?). Sorprenden sus ojos acostumbrados a la oscuridad los rayos que el sol le envía y que iluminan tiernamente el paisaje de árboles y lomas que se extiende a sus pies.

Al sentir movimiento el humano vuelve a asomarse y esto acelera la decisión natural de cada pájaro tiene una vez en su vida… volar o no volar… VOLAR! Vivíamos en un 4 piso, por lo que el Chicharra trata de anticipar inútilmente a la acción y solo puede ver al palomo muerto de miedo caer como saco al suelo aleteando desesperadamente. Lo ve dar un bote solo para dar tiempo a un gato que aparece desde la nada, pesca agilmente al palomo con la maestría de un gato de puerto y se lo lleva en tres tiempos cagando a la quebrada.

Macabro final tuvo nuestro amigo, a que solo recién, antes de escribir estas líneas, acabo de bautizar como Julián… pues tampoco nunca tuvo un nombre.

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